miércoles, 26 de diciembre de 2007

Eugenio Suárez-Galbán sobre Continental de David Hernández de la Fuente



No cabe dudar de la maestría literaria de este texto, tanto por su variedad y altura estilística, como por su incorporación de una materia erudita a todo momento bien y convincentemente integrada, sin el menor atisbo de petulancia o pedantería. Precisamente el estilo –y más concretamente su acoplamiento a la voz narrativa– salva de este peligro el extenso bagaje cultural que baraja el texto con total naturalidad. Esa voz narrativa permanece inmutable a lo largo del libro, pero no así el estilo, por paradójico que suene. De ahí, por ejemplo, “Cinco de diamantes” horroriza efectivamente por el tono casualmente conversacional que relata una extraordinaria brutalidad, mientras que el trozo que le sigue, “Rey de picas”, contrasta con aquel por su lenguaje científico, clínico, ensayístico. No obstante esa variedad, lo que sí unifica el texto estilísticamente es un acierto en el vocabulario, un paladear de la palabra, una riqueza léxica y una sintaxis acoplada en todo momento al peculiar estilo elegido para cualquier narración individual. En fin, que estamos ante un escritor “profesional” –valga el término por falta de uno mejor– es obvio desde el principio y hasta el final. Incluso en un relato en que el lector puede adivinar con relativa facilidad el final (“Reina de corazones”), o, mejor dicho, un final, el elemento de metaliteratura introduce una nota original (si bien algún lector podrá recordar un final semejante de un cuento de Isaac Bashevis Singer).

Hemos hablado de “trozo” y de “relato”. Así es: el texto es una auténtica paella –siempre exquisita, eso sí– en lo que a sus modalidades literarias respecta. Las hay ensayísticas, como ya se ha apuntado, a lo Borgers, o a cierto Cortázar, otras revisten un carácter claramente cuentístico –tanto en el sentido tradicional de Poe como en el “revelador” de Chekov o “epifánico” de Joyce-, personal, confesional, de ciencia ficción, y algunas quedan en meras estampas o viñetas (aunque lejos del costumbrismo que priorizó estas últimas dos formas), sin olvidar el collage de anuncios (repetidos como el leitmotiv de una sinfonía, y en varios idiomas), documentos et al. En todo momento, sin embargo, se mantiene la altura estilística y literaria ya señalada. Tan así, que quizá ello contribuya a que el lector pierda interés en relacionar los trozos con los encabezamientos referentes a los naipes, tan absorbido llega a estar por esa maestría literaria. Al menos a este lector le resultó difícil, por un lado, emparentar ambos elementos, y por el otro, un esfuerzo de resultado menos gozoso que el de la lectura en aquellos casos en que lograba descifrar alguna relación. Sé que esto probablemente escandalizaría al autor, pero así me ha resultado, ¿qué le vamos a hacer? Respecto al título ahora, sí que tiene el texto una dimensión “continental”, por cuanto que al cabo de su lectura uno se queda con la sensación de haber vivido intensamente la última mitad del siglo pasado, digamos desde el Existencialismo acá.

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