viernes, 30 de mayo de 2008

Feria del libro - Firma David Hernández de la Fuente


David Hernández de la Fuente firmando esta mañana en la caseta de Kailas (265) de la Feria del libro de Madrid sus novelas Continental y Las puertas del sueño.

martes, 27 de mayo de 2008

Hijos del monzón, de David Jiménez, finalista del Premio de Literatura de Viajes del Consorcio del Cid


Ian Baker, Alfonso Armada y David Jiménez, entre los finalistas al Premio de Literatura de Viajes del Consorcio del Cid

BURGOS, 26 May. (EUROPA PRESS) -

Los reporteros Alfonso Armada, Ian Baker, David Jiménez y Cees Nooteboom; el periodista deportivo Sergio Fernández Tolosa; y el escritor Mauricio Wiesenthal, fueron seleccionados como finalistas del Premio de Literatura de Viajes 2007 del Consorcio del Cid.

El jurado, compuesto por Javier Reverte, Jon Sistiaga y Eduardo Jordá, seleccionó las obras presentadas por estos seis autores entre los más de 49 títulos que tuvieron que analizar. El fallo se dará a conocer el próximo 27 de junio en un acto que se celebrará en Teruel.

El premio, convocado por el Consorcio Camino del Cid, está dotado con 15.000 euros y busca reconocer la labor por promocionar el género de viajes entre editoriales y librerías. Para ello, se contó con la colaboración de 30 librerías ubicadas en las ocho provincias por las que transcurre el itinerario --Burgos, Soria, Guadalajara, Zaragoza, Teruel, Castellón, Valencia y Alicante. Entre los finalistas está el reportero de la revista National Geographic, Ian Baker, con su obra 'En el corazón del Mundo', en la que explica su exploración de la garganta de Tsangpo, en el Tíbet, que es considerada una de las zonas "más inaccesibles de la tierra".

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viernes, 23 de mayo de 2008

Primer capítulo - UNA VEZ (Morris Gleitzman)


UNA VEZ estuve viviendo en un orfanato en las montañas, un lugar en el que nunca debí haber estado y en el que casi provoco una gran revuelta.
Todo fue por culpa de la zanahoria.
¿Sabes cuando una monja te sirve la sopa muy caliente de una olla muy grande y te hace inclinarte tanto para que no gotee, que el vaho de la olla empaña tus gafas, y no las puedes limpiar porque estás sujetando el plato y la neblina no se va, aunque reces a Dios, a Jesús, a la Virgen María, al Papa y a Adolf Hitler?
Pues eso es lo que me está pasando ahora mismo.
Me las apaño como puedo para encontrar el camino de vuelta a mi sitio. Utilizo mis oídos para orientarme. Dodie, que siempre se sienta a mi lado, hace mucho ruido al sorber porque tiene los dientes torcidos. Me pongo el plato sobre la cabeza para que ningún otro niño me quite mi sopa y los sorbidos de Dodie me guían en medio del vapor.Voy a tientas hasta que encuentro el borde de la mesa y apoyo el plato, y me limpio las gafas.
En este momento veo la zanahoria.
Está flotando en mi sopa, se ve enorme entre las hebras de col y los pedacitos viscosos de cerdo grasiento, las cuatro lentejas y los trozos de escayola gris del techo de la cocina. Una zanahoria entera.
No me lo puedo creer. En tres años y ocho meses que llevo en este orfanato nunca había tenido una zanahoria entera en mi plato.Ni yo ni nadie.Ni siquiera las monjas tienen una zanahoria entera y eso que ellas se sirven raciones mucho más grandes que nosotros, los niños, porque necesitan energía extra para ser santas.
Aquí arriba en las montañas no podemos cultivar vegetales. Ni siquiera aunque recemos mucho. Es por culpa de las heladas. Por eso si te encuentras una zanahoria entera en este lugar, lo primero que tienes que hacer es contemplarla y luego hacerla pedazos, los suficientes para que sesenta y dos niños, once monjas y un cura puedan probar un trocito.
Miro fijamente la zanahoria.
En este momento soy probablemente el único niño de toda Polonia con una zanahoria entera en su plato. Durante unos segundos pienso que es un milagro.Pero no puede ser porque los milagros sólo pasaban hace millones de años y ahora estamos en 1942.
Entonces me doy cuenta de lo que significa la zanahoria y me tengo que sentar rápidamente antes de que mis piernas flojeen y me desplome. No me lo puedo creer.
Por fin. Gracias, Dios, Jesús, María, el Papa y Adolf Hitler, llevo mucho tiempo esperando esto.
Es una señal.
Esta zanahoria es una señal de Mamá y Papá. Ellos me han enviado mi verdura preferida para que sepa que sus problemas se han terminado. Para que sepa que después de tres interminables años y ocho interminables meses las cosas han mejorado para los libreros judíos. Para que sepa que van a venir a buscarme para llevarme de vuelta a casa.
Sí.
Mareado de la emoción meto los dedos en la sopa y cojo la zanahoria.
Afortunadamente los otros niños están concentrados en su cena, levantando la cuchara hambrientos y echando un vistazo al plato por si acaso se topasen con una pizca de carne o con restos de boñigas de rata.
Tengo que darme prisa.
Si los demás niños ven la zanahoria van a sentir mucha envidia y va a haber un gran revuelo.
Estamos en un orfanato. Se supone que todo el que está aquí tiene a sus padres muertos. Si los otros niños descubren que los míos no lo están, se pondrán muy tristes y las monjas que nos cuidan podrían meterse en un lío con la oficina central católica de Varsovia por haber incumplido las normas.
—Felix San Stanislaus.
Casi se me cae la zanahoria al suelo. Es la voz de la Madre Minka, que grita mi nombre desde su mesa presidencial.
Todo el mundo levanta la vista.
—No se juega con la comida, Felix —dice la Madre Minka—. Si ha encontrado un bicho en su plato, sólo tiene que comérselo y estar agradecido.
Los demás niños, todos, me están mirando fijamente.
Algunos están sonriendo. Otros fruncen el ceño preguntándose qué es lo que está pasando. Intento no parecer el típico niño que acaba de meterse una zanahoria en el bolsillo. Estoy muy feliz y no me importa que me escuezan los dedos por haberlos metido en la sopa hirviendo.
Mamá y Papá, por fin vais a venir a por mí.
Deben de estar abajo, en el pueblo, y han debido darle la zanahoria al Padre Ludwik para que me la subiese y así darme una sorpresa.
Cuando todos los niños vuelven la vista a sus platos, sonrío a la Madre Minka agradecido. Es muy buena, ha hecho una broma para apartar la atención de mi zanahoria.
Hubo dos razones por las que Mamá y Papá eligieron este orfanato: porque era el más cercano y por la bondad de la Madre Minka. El día que me trajeron aquí, me contaron que en todos los años que la Madre Minka fue cliente de su librería, antes de que las cosas se pusieran difíciles para los libreros judíos, ni una sola vez criticó un solo libro.
La Madre Minka no ve mi sonrisa, está demasiado ocupada, mirando la mesa de San Kazimierz, por lo que vuelvo a sonreír agradecido, esta vez a la Hermana Elwira. Ella tampoco se da cuenta porque está muy ocupada sirviendo la cena a los pocos niños que faltan y se muestra muy compasiva con una niña que está llorando por la cantidad de escayola del techo que hay en su sopa.
Son muy amables estas monjas. Las voy a echar de menos cuando Mamá y Papá me lleven de vuelta a casa, deje de ser católico y vuelva a ser judío.
—¿No quieres más? —dice una voz pegada a mí.
Dodie mira fi jamente mi plato. El suyo está vacío. Termina de sorber entre los agujeritos que separan sus dientes torcidos y
me doy cuenta de que está deseando que no quiera más sopa.
Por encima de su hombro, Marek y Telek se burlan de él.
—Crece de una vez, Dodek —dice Marek, pero en sus ojos se ve un destello de esperanza. En el fondo él también desea poder comerse un poco de mi sopa.
Una parte de mí quiere dársela a Dodie porque su mamá y su papá murieron de una grave enfermedad cuando tenía tres años. Pero estos son tiempos muy duros y la comida escasea, y por eso, aunque tu barriga rebose de felicidad, tienes que tragar a la fuerza.
Yo lo hago.
Dodie sonríe. Sabía que sí que quería la sopa. La idea de que no la quisiese es tan absurda que nos provoca la risa floja.
Entonces paro. Me tengo que despedir rápidamente de todo el mundo. Eso me hace estar triste. Y cuando los otros niños vean que Mamá y Papá están vivos sabrán que no he sido sincero con ellos. Eso me hace sentirme todavía más triste.
Me digo a mí mismo que no debo ser tan tonto. Ellos no son mis amigos, no de los de verdad. No puedes tener amigos cuando tienes una vida secreta. Con tus amigos tienes que sentirte tan cómodo que, cuando se te escapa una de tus historias sin querer, saben que les has estado contando eso, una historia.
Pero siento que Dodie es mi amigo.
Mientras me termino la sopa trato de pensar en algo bueno que pueda hacer por él. Algo que le demuestre que estoy contento de haberle conocido. Algo que pueda mejorar su vida aquí dentro después de que me haya ido, una vez que ya esté en mi propia casa, con mis propios libros y con mi mamá y mi papá.
Ya sé exactamente qué es lo que puedo hacer por Dodie.
Ahora es el momento. Acaban de empezar los turnos para bañarse.
La Madre Minka está de pie en la puerta del baño, controlando de arriba abajo el grado de suciedad de Jozef, que está tiritando.
Todos estamos tiritando. El baño está congelado y eso que estamos en verano. Quizá porque es muy grande y está debajo del nivel del suelo. Probablemente hace millones de años, cuando se construyó este convento, este baño se usaba para patinar sobre hielo.
La Madre Minka coge el cordón que lleva atado a la cintura y con un gesto seco señala hacia el dormitorio. Jozef coge su ropa y se aleja rápidamente, aliviado.
—Cerdo con suerte —dice Dodie tiritando de frío. Me salgo de la fi la y me acerco a la Madre Minka.
—Disculpe,Madre —le digo.
No parece que se haya dado cuenta. Está echando un duro vistazo a Borys, que tiene la mitad del campo de deporte bajo las uñas de las manos y de los pies. Y bastante en los sobacos. Veo cómo la Madre Minka está a punto de agarrar de nuevo su cordón y señalar hacia el baño.
Oh, no. No voy a llegar a tiempo.
Entonces la Madre Minka se gira hacia mí.
—¿Qué pasa aquí? —dice ella.
—Por favor,Madre —digo apresuradamente—. ¿Puede ser Dodek el primero en entrar al baño?
Los chicos que están en la cola detrás de mí empiezan a refunfuñar. No me vuelvo para mirar a Dodie. Sé que entenderá lo que estoy haciendo.
—¿Por qué? —dice la Madre Minka.
Doy un paso hacia delante para estar más cerca de ella.
Esto es algo entre la Madre Minka y yo.
—Usted sabe que los padres de Dodek murieron de una grave enfermedad —le digo—. Bueno, pues Dodek ha decidido que quiere ser médico y dedicar su vida para acabar con todas las enfermedades del mundo. La cosa es que, como futuro médico, tiene que acostumbrarse a la higiene y lavarse bien, con agua caliente y limpia.
Contengo la respiración y espero que Dodie no me haya oído. En realidad él quiere trabajar en un matadero de cerdos y estoy preocupado de que diga algo.
La Madre Minka me mira fijamente.
—Vuelva al final de la fila —dice.
—Él necesita de verdad ser el primero en bañarse cada semana —digo—, como futuro médico que será.
—Ahora mismo —grita la Madre Minka.
No voy a discutir. Con la Madre Minka no puedes.
Las monjas pueden tener un gran corazón y ser sin embargo violentas.
Cuando paso por delante de Dodie me mira agradecido.
Yo le pido perdón con la mirada. Sé que no le molestaría la historia del médico. A él le gustan mis historias.
Además yo creo que él sería un gran doctor. Una vez, después de arrancarle las alas a una mosca, consiguió volvérselas a pegar.
Ay, este suelo de piedra está demasiado frío para ir descalzo.
Eso es otra cosa que Dodie podría hacer en un futuro.
Diseñar sistemas de calefacción para los baños. Apuesto que en el año 2000 todos los baños del mundo tendrán calefacción.
En los suelos y todo. Y habrá robots que quiten las ramitas y la arena del agua de la bañera.
Mira, Borys es el primero en bañarse y el agua ya está marrón. Me puedo imaginar cómo estará cuando finalmente me toque a mí. Estará fría y con más tropezones flotando que los que hay en nuestra sopa.
Cierro los ojos y pienso en los baños que Mamá y Papá solían darme. En frente de la chimenea, con agua limpia y un montón de húmedos abrazos entre miles y miles de cuentos.
No puedo esperar más, quiero otro baño como ésos.
Mamá y Papá, daos prisa.

Sigue leyendo en tu librería... es una historia que merece ser leída, al menos UNA VEZ.

jueves, 22 de mayo de 2008

Lanzamiento - LA LUNA



Ésta es la extraordinaria biografía de la Luna a través de sus mitos, leyendas, estudios y conquistas. Desde que vivía en las cuevas, el hombre ha observado con intriga nuestro único satélite. Esta obra realiza un recorrido por los avances en su conocimiento, que son paralelos al progreso tecnológico de la Humanidad.

Por estas páginas desfilan astrónomos de todos los tiempos, con sus descubrimientos y errores, los mitos de la astrología, el influjo lunar en el comportamiento humano y la competencia de soviéticos y estadounidenses en la carrera lunar que luego abandonaron.

Este libro revisa los mitos y leyendas sobre la Luna. Por ejemplo, es innegable el influjo de nuestro satélite en el ritmo de las mareas, pero ¿es cierto que tiene alguna influencia en nuestro carácter? ¿Y en los ciclos de las cosechas? Y, algo más polémico, ¿tienen algún fundamento las predicciones astrológicas?

David Whitehouse muestra su esperanza en que renazca el deseo del hombre por regresar a la Luna y continuar explorándola. Es también el autor de El Sol: Una biografía, publicado en Kailas.

Biografía autor: David Whitehouse, eminente científico y periodista, es asesor y redactor de BBC News Online, además de escritor de diversas obras en las que muestra una extraordinaria habilidad integradora entre lo científico y lo humanístico. También es un habitual de la radio y la televisión, y ha sido presentador de numerosas series científicas de la BBC TV.

miércoles, 21 de mayo de 2008

Las baladas del ajo - Presentaciones Madrid y Barcelona


Para nosotros Mo Yan es, de entre el medio centenar de autores publicados en Kailas, el modelo de autor ideal, óptimo. Y constituye todo un honor y un privilegio contar con él en nuestra casa. En muy pocas ocasiones es posible reunir en un mismo autor una calidad que se aproxime a lo sublime y una extraña pero apabullante capacidad para llegar a los lectores de forma masiva. Ése es el verdadero sueño de los editores, al menos de los que nos consideramos independientes y no tenemos que rendir cuentas más que ante nosotros mismos. Y Mo Yan proporciona ese sueño; logra exactamente eso: hacer converger el talento y la notoriedad.


Por eso representa el modelo de autor que todos los que defendemos el libro y las increíbles historias que puede haber dentro, buscamos, ese autor que vive inmerso en el feliz paraíso donde confluyen la más exquisita calidad y una penetración en el mercado más que considerable.
Haber traducido el pasado año Grandes pechos amplias caderas, y ponerlo al alcance de los lectores españoles, ha supuesto un auténtico placer;. Y lo aumenta, por supuesto, estas baladas del Ajo tan completamente, tan deliciosamente, orientales.


Personalmente, admiro con profundidad el a veces frenético y el en ocasiones pausado ritmo con el que Mo Yan maneja sus narraciones, la locura siempre razonada de sus personajes, la forma en la que una y otra vez consigue describir un amanecer o un atardecer, o una noche estrellada, de una forma diferente, y siempre con brillantez, absolutamente alejado de los términos engorrosamente habituales; y me resulta aún más increíble que consiga que las 900 páginas de Grandes pechos amplias caderas a uno le parezcan pocas, y que tema, cada vez que pasa página, que ya quede una menos y que en algún momento pueda ocurrir el gran e irreversible desastre: que se acaben.
Quizá por eso Francisco Solano en su crítica de Grandes pechos amplias caderas en Babelia escribía que ésta no era una novela, no, que era “un novelón, es decir, un lugar en el que permanecer hasta que nos destierre la última página”.
Ése es el destierro más amargo al que puedan condenar al lector. Menos mal que “No hables”, el seudónimo con el que escribe Guan Mo Ye, es un autor poco sometido a él. En Kailas ha publicado dos novelas, pero suman 1.400 maravillosas páginas.
Nosotros en nuestra editorial esperamos superar ese destierro forzoso al que nos envía el autor cuando concluye cada una de sus novelas con una nueva entrega de sus historias.


A mí me parece, además, particularmente importante que obras como las de este autor sigan contribuyendo a enriquecer al gigante asiático; con historias como las que se suceden en Gaomi del Norte, en donde los miembros del Partido a menudo no son héroes; obras en las que las mujeres con frecuencia son valientes y poderosas, y hombres, como Jintong, que resultan unos inmaduros egoístas que no acaban de crecer nunca; con obras como éstas, insisto, China se halla más cerca de ir superando su pasado reciente, un pasado de una complejidad que cuesta entender en Occidente, y va, al mismo tiempo, consolidando su apertura vital al intercambio entre culturas diferentes, de modo que el conjunto de las civilizaciones prosiga su imparable interdependencia desde el conocimiento que otorga la Historia mejor contada, que a menudo es la de Ficción.


Nada es gratuito; escribir es tremendamente complicado, de una complejidad que calificaría de sublime, incluso para talentos como el suyo. Por eso tiene aún más mérito que el autor haya decidido romper con todo lo anterior y buscar nuevas fórmulas, huyendo de la comodidad de hacer una vez más lo que ya sabemos todos que hace magistralmente. Las comparaciones con Kafka, con García Márquez, con Faulkner, son frecuentes, y en mi opinión muy válidas. Las peticiones de que Mo Yan reciba el Premio de la Academia sueca, también.
Pero ahora quizá lo merezca más que nunca, ya que ha decidido abandonar en su último trabajo aquello que ya sabe que hace como muy pocos, y dedicarse a investigar, a innovar, haciendo eso gracias a lo cual la mejor literatura, como la suya, es lo que es, el resultado de experimentos inteligentes ejecutados con la maestría de sabios que no temen jugarse el pellejo literario liderando nuevas tendencias, fruto del análisis, la reflexión y el trabajo, siempre el trabajo, más serios.

martes, 20 de mayo de 2008

«A los chinos sólo hay que temerlos si pasan hambre» (ABC)


POR FERNANDO PASTRANO. FOTO: JULIÁN DE DOMINGO. MADRID

Desde hace unos años el nombre de Mo Yan aparece indefectiblemente en todas las quinielas sobre posibles premios Nobel de Literatura. En España le conocemos porque dos de sus libros sirvieron para hacer el guión de la película «Sorgo Rojo», de Zhang Yimou, que obtuvo el Oso de Oro en Berlín en 1988, y por su monumental novela «Grandes pechos, amplias caderas» (Kailas, 2007), una revisión minuciosa de la reciente historia de China, contada con una buena dosis de imparcialidad, ironía, sensualidad y humor negro.
Ayer presentó en Casa Asia otra de sus obras más importantes, «Las baladas del ajo» (Kailas, 2008), una historia más concreta, delimitada sobre un pueblo de la China profunda dedicado al cultivo de esos bulbos, a sus penurias y dificultades. Una obra más dura y descarnada que «Grandes pechos...», más cercana a «Sorgo Rojo», como el propio Mo reconoce. «Es que entonces China era una tragedia. Hoy ha cambiado mucho».
Ha cambiado tanto que Occidente asiste atónito al «despertar de China» y siente tanta admiración por su desarrollo como temor a una posible hegemonía del gigante asiático. Sin embargo, Mo Yan no lo ve así. Para él, «a los chinos sólo hay que temerlos si pasan hambre». Y a una China desarrollada no sólo no hay que temerla, sino que «hay que animarla, hay que negociar con ella para beneficiarse de su desarrollo».

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lunes, 19 de mayo de 2008

Mo Yan, la revelación china


El escritor chino Mo Yan publica en España Las baladas del ajo (Kailas), un nuevo acercamiento a la realidad de este país asiático, a sus oprimidos y a sus fracasos.

Mo Yan: 'China es una sociedad enfermiza' (elmundo.es)


JOANA REI

* 'Las baladas del ajo' es su tercer libro editado en España
* El autor denuncia las injusticias y las desigualdades de su país
* Las mujeres siguen siendo su tema central


MADRID.- De él dicen que es el Kafka chino, el próximo Nobel de la Literatura y, seguramente, el escritor asiático con más éxito en la actualidad. Mo Yan, conocido en España por 'Sorgo Rojo' —la película del cineasta Zhang Yi Mou, basada en su libro 'Familia'—, ha estado en el país por primera vez, por la edición de su libro 'Las baladas del ajo', en un evento organizado por la editorial Kailas y la Casa Asia. La obra fue escrita hace 21 años y narra los cambios sufridos por los campesinos chinos tras las reformas iniciadas por Deng Xiaoping a finales de 1978.

"Es un dibujo de la sociedad que contiene todos sus elementos: su olor, su mirada y su color", dice Mo Yan. Una sociedad que, pese a la evolución en los últimos años, sigue estando reflejada en la China de hoy: "Han ocurrido muchos cambios, pero también hay muchas cosas que siguen siendo iguales. Actualmente la gente es más rica materialmente pero en el espíritu no han cambiado mucho las cosas", explica.

Sus obras son de denuncia, un grito contra la injusticia y las desigualdades, sobre todo en lo que respecta a las mujeres, "porque sus problemas concentran todos los demás". Sus novelas están repletas de vivencias y recuerdos que Mo Yan fue guardando, a la espera de poder volcarlos, un día, en el papel.

Entre ellos destacan las memorias de su abuela, cortando con tijeras la tela que amarraba sus pies para que no crecieran, en nombre de una tendencia estética por la que las mujeres deberían tener estas extremidades pequeñas. "En determinados aspectos, China sigue teniendo una sociedad enfermiza, con normas muy raras. La mujer sigue teniendo un destino desgraciado, aunque muchas ya no se aten los pies, y las familias ya no las abandonen porque no sean el deseado hijo varón", analiza Mo Yan.

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jueves, 15 de mayo de 2008

Mo Yan, dardos contra Occidente (Público)

PAULA CORROTO - Madrid - 14/05/2008 21:20

El escritor publica Las baladas del ajo, una recreación cruel de la China rural

Cuentan en la editorial Kailas que traer al escritor chino Mo Yan (Shandong, 1955) a España ha sido muy complicado. Aparte de visado y demás burocracia, las autoridades del gigante amarillo les exigían saber los hoteles en los que se alojaría y las ciudades en las que tendría acceso a la prensa. Un control casi exhaustivo para un literato que, de alguna manera, sigue formando parte del aparato, ya que da clases de literatura en la universidad y perteneció al Ejército Popular de Liberación china.

El propio Mo Yan lo ha contado al detalle en sus novelas Sorgo rojo, Grandes pechos, anchas caderas, y la que ahora presenta Las baladas del ajo. En ellas recrea un ambiente rural datado en los años setenta y ochenta del siglo XX, pero muy cercano al feudalismo practicado en Europa hacia el siglo XV: los campesinos trabajaban hasta la extenuación, las recompensas eran escasas y las mujeres ni siquiera podían elegir el hombre con el que querían casarse.

Una sociedad estable

"Ahora ha cambiado todo muchísimo", se apresta a atestiguar Mo Yan cuando se compara esta época con la actualidad. "Aquella era una sociedad muy inestable, ahora se ha estabilizado. También para las mujeres. Las que viven en las ciudades, lo hacen igual que las mujeres occidentales, aunque es verdad que las condiciones de las mujeres del campo sigue sin ser buenas. Les faltan recursos", señala el escritor, que precisamente plasmó esta temática en Grandes pechos...

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martes, 13 de mayo de 2008

Lanzamiento - UNA VEZ

UNA VEZ
Morris Gleitzman

Kailas Colección Ficción
Traducción: Cora Tiedra
14 X 21 cm Rústica
Págs: 168
ISBN-13: 978-84-89624-50-4
Precio: 14,90€
Mayo 2008

Felix tiene diez años, es judío, y vive en un orfanato esperando el día en el que sus padres vuelvan a buscarle.

Es el único niño que no es huérfano, o eso es lo que tendrá que descubrir, porque los nazis irrumpen en Polonia, y persiguen y matan a los judíos.

Inconsciente del riesgo, Felix se escapa para buscar a sus padres. Quizá consiga sobrevivir y encontrarles, quizá le ocurra algo bueno en su vida, al menos una vez.

Una vez es un relato conmovedor narrado por la voz de un niño. La inocencia de Felix se somete a un duro proceso de conocimiento del mundo, un mundo en guerra que es parte de la historia reciente de Europa.

Biografía autor: Morris Gleitzman (Inglaterra, 1953) emigró a Australia en 1969, donde estudió Periodismo y trabajó durante diez años como guionista de televisión. También escribe colaboraciones en prensa, destaca por su faceta de humorista y es uno de los escritores más famosos en Australia.

sábado, 10 de mayo de 2008

La voz recuperada de Mo Yan - Babelia


El escritor chino vivió mudo a la fuerza 20 años. Ahora, convertido en uno de los novelistas más influyentes y leídos del gigante asiático, publica Las baladas del ajo, un relato de la agitada historia de su país

"Los novelistas siempre tratan de alejarse de la política, pero la novela en sí gira en torno a la política. A los novelistas les preocupa tanto el destino del hombre que suelen perder de vista su propio destino. Y ahí radica su tragedia".

Con esta cita del líder y dictador soviético Josef Stalin, abre Mo Yan, uno de los escritores actuales chinos más prominentes, su libro Las baladas del ajo (Kailas). No es una elección fruto del azar. Mo Yan navega con tranquilidad sobre las aguas torturadas de su propia vida cuando habla de cómo ha llegado a publicar diez novelas, ocho de las cuales han sido traducidas a otros idiomas a pesar del desconocimiento que aún reina en Occidente sobre la literatura china. Porque, quizá, para él, el destino del hombre es también el suyo, y qué mejor manera de contarlo que a través de su tierra, Gaomi, un pobre condado de la provincia costera de Shandong, que le vio nacer un día de febrero de 1955 y ha sido la principal fuente de inspiración de sus obras.

El resultado es un rico abanico de novelas, que mezclan la agitada historia de la China del último siglo con los ritos y tradiciones de las zonas rurales y el alma del pueblo chino, mediante un lenguaje realista, mágico, descriptivo, humanista y satírico, que se ha visto influido, según reconoce, por autores occidentales como Tolstói, Faulkner o Gabriel García Márquez.

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martes, 6 de mayo de 2008

Editores independientes apelan a la calidad para buscar un hueco en el mercado

(Los editores César Sanz, Santiago Tobón, Ángel Fernández Fermoselle, Javier Azpeitia y Manuel Ramos, momentos antes de participar en la mesa redonda)

Un grupo de editores españoles independientes, reunidos esta tarde en el marco de la 41 Feria del Libro de Valladolid, se han mostrado partidarios de ofrecer productos de calidad para hacerse un hueco dentro del mercado y de hacer así viables, también económicamente, proyectos e iniciativas.

'Solemos ofrecer cosas que nadie se ha planteado hasta este momento', ha explicado a Efe el escritor y filólogo Javier Azpeitia, director de Publicaciones de la sociedad '451 Editores', que con un año de vida ha abierto ya líneas de narrativa, de ensayo y de libros ilustrados.

Para Azpeitia, no se trata tanto de 'rebañar' o buscar en los márgenes lo que dejan libre las grandes editoriales, sino de 'encontrar precisamente ahí, en los lados, lo que muchas veces debería estar en el centro y no entra dentro de la estrategia de los grandes grupos'.

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lunes, 5 de mayo de 2008

Encuentro - CONTINENTAL


La Red de Arte Joven de la Comunidad de Madrid y la editorial madrileña Kailas organizan un coloquio sobre "Continental", de David Hernández de la Fuente. Además de este escritor, premio de Narrativa Joven de la Comunidad de Madrid, participan otros autores premiados por este organismo (Alberto Ávila y Ernesto P. Zúñiga) o publicados por Kailas editorial (Eugenio Suárez Galbán).

Jueves 29 de mayo, a partir de la 19:30 en el Centro de Arte Joven (Avenida de América, 13 _ver mapa_)

CRÍTICA - Las caras del sida


Ensayo. ¿Por qué han fracasado, hasta ahora, prácticamente todos los intentos para frenar la propagación del sida en África? ¿Qué es lo que de verdad está pasando en el continente donde vive un 70% de los 40 millones de personas que tienen el VIH (el virus que causa el síndrome)? Son dos preguntas que se hace todo el que se acerca a los estragos de esta epidemia, sobre todo cuando se comparan los resultados con los obtenidos en otros países, como Brasil, que a principios de los noventa tenía la misma tasa de adultos infectados que Suráfrica, y que 15 años después ofrece datos esperanzadores, y no el drama que arrasa el continente africano.

Nolen, periodista canadiense, ofrece una explicación rica y amena. Veintiocho personajes -uno por cada millón de infectados- sirven para ofrecer 28 caras de un prisma complejo. Cada capítulo está dedicado a un personaje, pero, a modo de los buenos reportajes anglosajones, las historias personales sirven para contar una de las facetas de la infección por el VIH: desde la negación de los gobiernos africanos al valor de los primeros activistas, pasando por las situaciones de guerra, el papel de las migraciones, los camioneros, las prostitutas, las redes familiares de apoyo, las abuelas y los huérfanos. Desde Uganda a Suráfrica pasando por decisiones como los ajustes impuestos por el Banco Mundial y el impacto del apartheid, los precios de los medicamentos y las políticas de las farmacéuticas (aproximadamente la mitad de las personas que salen en el libro afirman que no pueden pagar el tratamiento) o el papel de las iglesias occidentales o las creencias locales.

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