miércoles, 21 de mayo de 2008

Las baladas del ajo - Presentaciones Madrid y Barcelona


Para nosotros Mo Yan es, de entre el medio centenar de autores publicados en Kailas, el modelo de autor ideal, óptimo. Y constituye todo un honor y un privilegio contar con él en nuestra casa. En muy pocas ocasiones es posible reunir en un mismo autor una calidad que se aproxime a lo sublime y una extraña pero apabullante capacidad para llegar a los lectores de forma masiva. Ése es el verdadero sueño de los editores, al menos de los que nos consideramos independientes y no tenemos que rendir cuentas más que ante nosotros mismos. Y Mo Yan proporciona ese sueño; logra exactamente eso: hacer converger el talento y la notoriedad.


Por eso representa el modelo de autor que todos los que defendemos el libro y las increíbles historias que puede haber dentro, buscamos, ese autor que vive inmerso en el feliz paraíso donde confluyen la más exquisita calidad y una penetración en el mercado más que considerable.
Haber traducido el pasado año Grandes pechos amplias caderas, y ponerlo al alcance de los lectores españoles, ha supuesto un auténtico placer;. Y lo aumenta, por supuesto, estas baladas del Ajo tan completamente, tan deliciosamente, orientales.


Personalmente, admiro con profundidad el a veces frenético y el en ocasiones pausado ritmo con el que Mo Yan maneja sus narraciones, la locura siempre razonada de sus personajes, la forma en la que una y otra vez consigue describir un amanecer o un atardecer, o una noche estrellada, de una forma diferente, y siempre con brillantez, absolutamente alejado de los términos engorrosamente habituales; y me resulta aún más increíble que consiga que las 900 páginas de Grandes pechos amplias caderas a uno le parezcan pocas, y que tema, cada vez que pasa página, que ya quede una menos y que en algún momento pueda ocurrir el gran e irreversible desastre: que se acaben.
Quizá por eso Francisco Solano en su crítica de Grandes pechos amplias caderas en Babelia escribía que ésta no era una novela, no, que era “un novelón, es decir, un lugar en el que permanecer hasta que nos destierre la última página”.
Ése es el destierro más amargo al que puedan condenar al lector. Menos mal que “No hables”, el seudónimo con el que escribe Guan Mo Ye, es un autor poco sometido a él. En Kailas ha publicado dos novelas, pero suman 1.400 maravillosas páginas.
Nosotros en nuestra editorial esperamos superar ese destierro forzoso al que nos envía el autor cuando concluye cada una de sus novelas con una nueva entrega de sus historias.


A mí me parece, además, particularmente importante que obras como las de este autor sigan contribuyendo a enriquecer al gigante asiático; con historias como las que se suceden en Gaomi del Norte, en donde los miembros del Partido a menudo no son héroes; obras en las que las mujeres con frecuencia son valientes y poderosas, y hombres, como Jintong, que resultan unos inmaduros egoístas que no acaban de crecer nunca; con obras como éstas, insisto, China se halla más cerca de ir superando su pasado reciente, un pasado de una complejidad que cuesta entender en Occidente, y va, al mismo tiempo, consolidando su apertura vital al intercambio entre culturas diferentes, de modo que el conjunto de las civilizaciones prosiga su imparable interdependencia desde el conocimiento que otorga la Historia mejor contada, que a menudo es la de Ficción.


Nada es gratuito; escribir es tremendamente complicado, de una complejidad que calificaría de sublime, incluso para talentos como el suyo. Por eso tiene aún más mérito que el autor haya decidido romper con todo lo anterior y buscar nuevas fórmulas, huyendo de la comodidad de hacer una vez más lo que ya sabemos todos que hace magistralmente. Las comparaciones con Kafka, con García Márquez, con Faulkner, son frecuentes, y en mi opinión muy válidas. Las peticiones de que Mo Yan reciba el Premio de la Academia sueca, también.
Pero ahora quizá lo merezca más que nunca, ya que ha decidido abandonar en su último trabajo aquello que ya sabe que hace como muy pocos, y dedicarse a investigar, a innovar, haciendo eso gracias a lo cual la mejor literatura, como la suya, es lo que es, el resultado de experimentos inteligentes ejecutados con la maestría de sabios que no temen jugarse el pellejo literario liderando nuevas tendencias, fruto del análisis, la reflexión y el trabajo, siempre el trabajo, más serios.

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